El Día Mundial del Medio Ambiente no es solo una invitación a reflexionar, sino también un llamado urgente a actuar. Cada 5 de junio, millones de personas y organizaciones en todo el mundo detienen por un momento su rutina para pensar en el estado de nuestro planeta.
Este año, nuevamente se nos recuerda una verdad tan evidente como incómoda: la manera en que producimos, consumimos y desechamos recursos ya no es sostenible.
El desafío es gigante. Cada año se generan más de 2.000 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos y se estima que solo un 13,5% de ellos se recicla. En paralelo, la huella ecológica de nuestras actividades se hace más profunda. Desde el transporte hasta la producción de bienes, pasando por el papeleo de una oficina cualquiera, cada acción tiene un impacto.
En este escenario, la digitalización no es una moda ni un mero proceso de modernización. Es una herramienta para cambiar la forma en que usamos los recursos. Significa optimizar, reducir, trazar, medir y corregir. Significa avanzar hacia formas de operar más eficientes y limpias.
Para muchas empresas, digitalizar todavía suena a escanear documentos, usar firma electrónica o guardar archivos en la nube. Pero la verdadera transformación digital va mucho más allá: implica rediseñar procesos completos, eliminar redundancias, automatizar tareas repetitivas y, sobre todo, repensar la relación entre los recursos que usamos y el valor que generamos.
Desde una mirada ambiental, esto es crucial. Cuando una empresa digitaliza su proceso de contratación, por ejemplo, no solo elimina la necesidad de imprimir cientos de páginas. También reduce el transporte físico de esos documentos, minimiza los errores administrativos que pueden derivar en reprocesos y evita el uso de insumos como tintas, sobres o archivadores. Todo eso —papel, tinta, energía, tiempo, movilidad— son recursos. Y cada vez que optimizamos su uso, reducimos nuestra huella.
Además, la digitalización permite rastrear y medir con precisión. Un proceso digital bien diseñado deja registro de cada acción, cada firma, cada aprobación. Esa trazabilidad no solo mejora la seguridad y el cumplimiento normativo, también entrega datos clave para la mejora continua y la eficiencia energética.
Uno de los conceptos más relevantes en la discusión sobre sostenibilidad es la eficiencia. No se trata únicamente de consumir menos, sino de hacerlo mejor. En ese sentido, la digitalización permite mejorar la eficiencia en varios niveles, desde el uso energético hasta la logística. La virtualización de procesos permite prescindir de instalaciones físicas, iluminación, climatización, y otros consumos que implica la gestión documental tradicional. La nube, si es utilizada con criterios de eficiencia, puede reducir significativamente la huella energética en comparación con servidores físicos u oficinas llenas de papeles. También es posible reducir drásticamente el uso de materiales, como papel, plásticos, adhesivos y metales, simplemente al prescindir de impresiones y almacenamiento físico.
En sectores como la salud, la educación o el retail, la digitalización de formularios, contratos, fichas clínicas o reportes operativos reduce desplazamientos y tiempos de espera, lo que a su vez disminuye el uso de vehículos, combustible y emisiones asociadas. En todos estos casos, digitalizar no significa simplemente usar tecnología, sino rediseñar procesos con un enfoque de eficiencia, que considere tanto los costos operativos como el impacto ambiental.
Uno de los efectos menos visibles pero más significativos de la digitalización es la reducción de residuos. La gestión tradicional de documentos implica ciclos de vida cortos: se imprime un documento, se firma, se escanea y luego se archiva o se desecha. En muchos casos, esa hoja impresa no se vuelve a utilizar y en otros es reimpresa por errores menores. A escala corporativa, esto genera toneladas de papel al año. La digitalización rompe ese ciclo. Permite que un documento tenga una vida útil más larga, más trazable y reutilizable. Además, facilita la reutilización de datos, reduciendo la necesidad de volver a ingresarlos o procesarlos. Esto no solo ahorra recursos, sino que contribuye a una lógica más circular, donde los insumos se mantienen en uso el mayor tiempo posible.
Este principio se extiende más allá del papel. La automatización de flujos, la integración de plataformas y la reducción de intermediarios físicos generan menos residuos logísticos, menos embalajes, menos viajes innecesarios, menos descartes por error. En suma, una operación más limpia.
Otro de los aportes críticos de la digitalización es la capacidad de medir. Y lo que se mide, se puede mejorar. En lugar de basarse en estimaciones, las empresas pueden contar con datos concretos sobre sus consumos, tiempos, emisiones o tasas de error. Por ejemplo, un sistema digital puede registrar cuántos documentos fueron firmados electrónicamente, cuántos fueron rechazados, cuánto tiempo tardaron en completarse y cuántos viajes físicos se evitaron. Con esa información, es posible proyectar ahorros energéticos, reducción de emisiones, y oportunidades de optimización. Este enfoque es clave para cualquier estrategia de sostenibilidad seria. No basta con declarar intenciones: hay que trazar rutas, establecer métricas y ajustar decisiones. La digitalización entrega las herramientas para hacerlo.
Es importante reconocer que la digitalización también tiene su huella. Los centros de datos consumen energía, los dispositivos electrónicos requieren materiales escasos y el uso intensivo de la nube puede generar impactos no menores si no se gestiona con criterios de eficiencia. Por eso, digitalizar no es automáticamente sinónimo de sostenibilidad. Requiere decisiones conscientes: elegir proveedores con estándares ambientales, diseñar procesos que optimicen el uso de energía, capacitar a los equipos en el uso responsable de los recursos digitales y revisar regularmente el impacto generado. En otras palabras, se trata de una digitalización con propósito. No usar tecnología por usarla, sino integrarla de manera estratégica para resolver problemas reales, optimizar procesos y reducir impactos.
Las empresas tienen una oportunidad, que es al mismo tiempo una responsabilidad ineludible, en este proceso. Más allá de cumplir con regulaciones o alinearse con los ODS, tienen la capacidad de marcar una diferencia real al escalar buenas prácticas, invertir en tecnología limpia y cambiar paradigmas dentro y fuera de su organización. La transformación digital sostenible es una de las herramientas más potentes para liderar ese cambio. Y no se trata solo de grandes corporaciones: desde una pyme hasta una multinacional, todas las organizaciones pueden repensar su forma de operar, consumir y relacionarse con sus recursos.
No hay una única receta, pero sí principios compartidos: eficiencia, trazabilidad, circularidad, reducción de emisiones y compromiso con el entorno. La tecnología es un medio, no un fin. El verdadero objetivo es construir modelos de negocio más resilientes, sostenibles y responsables.
En los últimos años, hemos escuchado hablar de sustentabilidad ambiental, triple impacto, ESG, economía circular y otros conceptos que, poco a poco, han salido del ámbito académico para instalarse en las decisiones empresariales. Hoy, la pregunta ya no es si debemos actuar, sino cómo y con qué velocidad.
La digitalización —cuando está bien diseñada e implementada— es una respuesta concreta. Permite hacer más con menos, sin sacrificar calidad ni control. Abre nuevas posibilidades de eficiencia y colaboración, reduce residuos y mejora la transparencia. Pero sobre todo, permite cuidar. Cuidar los recursos, cuidar a las personas, cuidar el planeta.
Este Día Mundial del Medio Ambiente, más que discursos o compromisos genéricos, necesitamos decisiones. Y una de ellas, urgente y accesible, es avanzar decididamente en la digitalización de nuestros procesos con foco en la sostenibilidad. Porque cuidar el medio ambiente no es solo apagar la luz o reciclar papel. Es también transformar la manera en que trabajamos, producimos y generamos valor. Y eso empieza, muchas veces, por una decisión tan concreta como dejar de imprimir un documento y optar por un proceso digital, seguro y responsable.
En un mundo en emergencia climática, cada acción cuenta. Y en las empresas, esas acciones pueden escalar. Digitalizar hoy es actuar. Es avanzar. Es cuidar lo que importa.
Daniel Guerrero N.
CEO RUBRIKA